Pasado y presente de la quema de libros

Constituía un placer especial ver las cosas consumidas,
ver los objetos ennegrecidos y cambiados.
Fahrenheit 451 (Ray Bradbury)

Tal como saben los lectores habituales del añorado Terry Pratchett, los enanos que habitan Mundodisco consideran sagrada toda palabra escrita. Su dios Tak "escribió las leyes" y "escribió el mundo", en ese orden; por tanto, la destrucción de la palabra escrita es una abominación; los enanos más conservadores ven como un crimen borrar una pizarra.

Por contra, los seres humanos del Mundobola tenemos bastante poca consideración por la misma (o por lo menos, por aquella que consideramos que nos ofende), incluyendo los motivos religiosos y políticos entre los principales para hacer una buena fogata con pulpa de celulosa impresa a modo de material combustible. Y, como bien dijo Heine, allí donde se queman libros, se termina quemando hombres. Normalmente, el "se termina" es bastante eufemístico, de hecho.
Pasado y presente de la quema de libros - Cartel propagandístico estadounidense de 1942: los libros son armas en la guerra de las ideas
Cartel propagandístico estadounidense de 1942. (Biblioteca del congreso de los EEUU)
De la biblioclastia como una de las bellas artes

Biblioclastia es una palabra que no figura en el diccionario pero que significa cualquier tipo de destrucción de libros: desde la censura, la quema, el descuido y la desidia por las bibliotecas, hasta la venta ilegal. O, en la definición de Miguel Albero en su obra Enfermos del libro:
Más que una patología, la biblioclastia es una actividad de lesa humanidad practicada a título individual, pero también a veces de forma institucional y sistemática, consistente en destruir libros por los más variados procedimientos, siendo la quema el preferido por su alto componente simbólico.
Umberto Eco definió tres tipos: el bibliocasta fundamentalista, que lo que odia es lo que ponen dichos libros; lo cual incluye, entre otras hierbas, a censores, inquisidores, miembros del NSDAP y a los militantes del DAESH. El bibliocasta por incuria, o sea, por dejadez; esto se aplica a las instituciones que almacenan libros y que, por negligencia, acaban dañándose. Y el bibliocasta por interés, quien destruye los libros como objeto para venderlos por partes; por ejemplo, un incunable o primera edición por capítulos, o sus ilustraciones.

Nos centramos históricamente, claro, en el primer tipo, el fundamentalista, cuyo comportamiento tal vez se podría explicar antropológicamente: puesto que lo que pretendo combatir realmente son las ideas y la cultura exhibidas en el libro, ya que estas no pueden exhibirse cautivas y desarmadas, no puedo más que recurrir al objeto físico que las soporta. Y una vez que dispongo del mismo a mi merced, lo más parecido a un cuerpo inerme sobre el que ejercer mi voluntad, ¿qué hacer con el cadáver de tu enemigo? Misma pregunta se planteó Aquiles antes de humillar el cuerpo de Héctor ante las murallas de Troya.

Tal como nos cuenta Alberto Manguel en su deliciosa obra Una historia de la lectura:
Las obras de Protágoras se quemaron en Atenas en el año 411 a.C. En el año 213 a.C., el emperador chino Shih Huang-ti trató de acabar con la lectura quemando todos los libros del reino. En el 168 a.C. la Biblioteca Judía de Jerusalen fue deliberadamente destruida durante la revuelta de los Macabeos. En el siglo primero de nuestra era, Augusto envió al exilio a los poetas Cornelio Galo y Ovidio y prohibió sus obras. El emperador Calígula ordenó que todos los libros de Homero, Virgilio y Tito Livio fueran quemados (pero el edicto no llegó a tener efecto). En el año 303, Diocleciano condenó al fuego todos los libros cristianos. [...] La esperanza ilusoria que acarician quienes queman libros es que, al hacerlo, lograrán borrar la historia y abolir el pasado. El 10 de mayo de 1933, en Berlín, mientras las cámaras filmaban, el ministro de propaganda Paul Joseph Goebbels, habló mientras se quemaban más de veinte mil libros, delante de una multitud jubilosa de más de cien mil personas [...]
Evidentemente, estas no son las únicas: Torquemada, Savonarola, PinochetVidela (éstos últimos destacan por su proximidad en el tiempo, además de por la paradoja de ser el chileno un bibliófilo con más de 55.000 obras en su colección particular) también fueron incitadores de célebres quemas de libros. En el caso del italiano, además, con un nombre exquisitamente cínico: la hoguera de las vanidades.

Estatua de Girolamo Savonarola en San Marcos  (Florencia); la célebre hoguera de las vanidades   tuvo lugar en la plaza homónima

Estatua de Girolamo Savonarola en San Marcos (Florencia); la célebre hoguera de las vanidades tuvo lugar en la plaza homónima (archivo propio)

No podemos olvidar tampoco la desaparición de la célebre biblioteca de Alejandría, como combinación a lo largo del tiempo de distintos desastres, saqueos y acciones fanáticas, aunque suele asociarse su final a la enfermiza decisión del califa Omar en el 642:
Con relación a los libros que mencionas, aquí está mi respuesta. Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos.
Ibn al-Qifti afirma que los papiros sirvieron como combustible para los baños públicos por espacio de seis meses. En todo caso, probablemente la biblioteca ya no existía entonces y este episodio no sea más que una leyenda, por más que nos resulte perfectamente plausible.

Apagando el fuego con gasolina

En nuestros tiempos, los fanáticos miembros del DAESH se dedican también a tan innoble actividad; en todo caso, durante las quemas de libros en la Bebelplatz berlinesa lo que se destruía eran ejemplares de las obras, no incunables o ejemplares únicos; y copias de esos mismos libros podían encontrarse en muchos otros países. Por tanto, aun partiendo desde el mismo prisma de odio e intransigencia, el daño real causado no es el mismo en la práctica, por más que las intenciones vengan a ser las mismas. De hecho, algunas de las hogueras de este tipo se han realizado de manera privada, ya que condenar al fuego purificador algunas obras suele tener el efecto contrario al deseado, es decir, dar publicidad a la obra o al autor de las mismas.

Pasado y presente de la quema de libros - La quema de los libros de caballería de don Alonso Quijano en El Quijote, por Mingote
La quema de los libros de caballería de don Alonso Quijano en El Quijote, por Mingote (Taringa)
Paradójicamente, o tal vez no, las quemas de libros aparecen con cierta frecuencia en el mundo literario; tal es el caso, por ejemplo, del capítulo VI del Quijote, auténtica parodia de un auto de fe, cuando se procede a arrojar a las llamas los libros de caballería que enloquecieron a don Alonso Quijano, mientras el cura y el barbero intentan sustraer algunos a su cruel destino. O, por supuesto, Fahrenheit 451, que aparece al comienzo de la entrada, y la desaparición de la biblioteca de El nombre de la rosa, del ya citado y recordado Umberto Eco.

Todo esto nos suena muy propio del pasado, pero, repito, tenemos ejemplos bien recientes, como durante las dictaduras militares chilena y argentina o el DAESH. Incluso en aquellos sitios donde la democracia no se ha visto desplazada hay ejemplos: el pastor protestante estadounidense Terry Jones fue detenido en 2013 cuando pretendía quemar 2.998 ejemplares de El Corán, uno por cada víctima del 11-S. El cargo no era por el delito de biblioclastia, que dudo que recoja ningún código penal en el mundo, ni siquiera por apología del odio, sino por manejo de armas, refiriéndose a los ejemplares del libro sagrado musulmán rociados con queroseno. 

Metafórico, sin embargo: las ideas del supuesto enemigo, puestas por escrito, pueden llegar a ser consideradas un arma.


Pasado y presente de la quema de libros - ¿Qué es lo que haría Jesús? Pues dejar de añadir papel al fuego de Terry Jones, claro...
¿Qué es lo que haría Jesús? Pues dejar de añadir papel al fuego, claro... (Visual Insights)
Y tras ver cómo durante toda la historia los seres humanos nos hemos dedicado a intentar destruir todas las ideas que consideramos perniciosas, en unos días hablaremos del futuro de todo esto. Evidentemente, la digitalización de la información tiene mucho que ver.

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